La Muerte Súbita se define como una muerte natural relacionada a causas cardiovasculares. Se produce de manera inesperada: desde que comienza el cuadro de síntomas, hasta que se desencadena, transcurre al menos una hora.
Puede ocurrir a cualquier edad ya que no existen indicadores previos, pero las personas con mayor riesgo de muerte súbita son los lactantes de hasta 6 meses, y los adultos con enfermedades cardiovasculares vinculadas a la carga genética y los hábitos poco saludables (mala alimentación, consumo de tabaco). En niños y jóvenes la cantidad de casos es menor, y se debe en su mayoría a alteraciones cardiovasculares congénitas.
Los signos a tener en cuenta son múltiples, debido a que las causas son cardíacas, pero también pueden incluir origen nervioso, respiratorio, entre otros. Las víctimas suelen comenzar con un malestar general que incluye dolor de pecho y dificultad respiratoria. También pueden presentar un ACV, donde la persona sufre pérdida de conocimiento y alteraciones en la motricidad.
Más del 80% de las personas que sufren muerte súbita, no lo hacen en el ámbito hospitalario, por lo que no reciben la atención de un personal de salud. Por esto, resulta fundamental tomar conciencia sobre la importancia de conocer maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), para mantener el flujo sanguíneo del paciente hasta la llegada del auxilio médico, como así también, conocer el uso del desfibrilador externo automático (DEA) para restablecer el ritmo cardíaco.
Es importante recordar que los buenos hábitos pueden generar un gran impacto en nuestra calidad de vida. A modo de prevención, desde el IPSST recomendamos:
- Llevar una vida saludable: controlar nuestra alimentación y peso, hacer actividad física de manera regular
- Realizar chequeos cardiológicos: especialmente antes de iniciar una actividad física de alto impacto, para detectar alteraciones que pueden desencadenar muerte súbita
- Controlar la hipertensión arterial
- Evitar el tabaquismo